Tanto la sociolingüística como la etnografía del habla estudian las enormes variaciones que pueden darse dentro de una misma comunidad lingüística, al reconocerse diversas comunidades de habla que pueden ser definidas a partir de diferentes variables (raza, clase social, edad, sexo) y que requieren siempre cierto grado de cohesión (interna, hacia dentro del grupo, y de delimitación hacia afuera o contra otros grupos, como observa Schlieben-Lange 1977).
A partir de la idea de Hymes (1974) y Gumperz (1972) de que los individuos suelen manejar diversos códigos y elegir el más adecuado a la situación comunicativa, diversos trabajos de etnolingüística contemporáneos procuran mostrar que, en el discurso espontáneo, las representaciones de los hablantes son causantes de los cambios de código [en inglés, code-switching] (cfr., por ejemplo, los trabajos reunidos en las recopilaciones de Schiffrin 1984, Duranti & Goodwin 1990, Lucy 1993, Milroy & Muysken 1995). En ese sentido, la etnolingüística comparte con la sociología del lenguaje su interés por las actitudes lingüísticas y las representaciones sociales frente al lenguaje, pese a que se encuentran diferenciadas por su metodología.
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